Curiosidades de la nobleza española abundan en el Parque del Capricho, encargo personal de María Josefa Pimentel. Las facturas del arquitecto francés Jean Baptiste Mulot registran más de 1 000 000 de reales en pagos por estanques, ermitas fingidas y el célebre laberinto. Un estilo de vida que mezclaba horticultura, teatro y poder político.
El entorno cercano contaba que la duquesa ordenó traer tierras fértiles en carretas desde Aranjuez y contrató a militares retirados para servir como figurantes en recreaciones históricas. El Capricho fascinó a la corte, pero también drenó recursos que hubieran apuntalado las finanzas familiares.