El despilfarro de la nobleza española tuvo su símbolo en Mariano Téllez-Girón, XII duque de Osuna, que en 1860 organizaba banquetes semanales en el palacio de la calle de la Montera. Invitó a ministros, embajadores y a la emperatriz Eugenia de Montijo cuando visitaba Madrid. Las cuentas conservadas en la Real Academia de la Historia cifran en 50 000 reales el costo de cada velada, con champán traído desde Reims y orquestas encargadas a teatros italianos.
“Personas próximas” contaban a La Correspondencia de España que el duque firmaba pagarés sólo para mantener el lujo: alfombras traídas de Bruselas, criados vestidos por modistos parisinos y mesas con plata repoussé. El contraste con los arrendatarios endeudados en Osuna alimentó la imagen de grandeza contra decadencia. Aquellas noches dieron brillo a la familia, pero también aceleraron la ruina.