El dandismo en la aristocracia alcanzó nuevas cotas con Mariano de Osuna, descrito por L'Illustration durante la Exposición Universal de 1867 como “el español que nunca repite traje”. Cada aparición implicaba chaqués bordados en Londres y carruajes alquilados por día en los establos reales de Compiègne. La prensa parisina señalaba que la factura anual en sastres superaba las 200 000 francos, un golpe directo a las arcas andaluzas del linaje.
Personas próximas a la embajada española hablaban de escoltas uniformados sólo para abrir paso entre los pabellones de máquinas. La grandeza visual ocultaba que la Casa de Osuna negociaba créditos con la Banque de Paris et des Pays-Bas. Glamour frente a ruina: la historia se estaba escribiendo en tiempo real.