Los escándalos de los Duques de Osuna cruzaron fronteras cuando Mariano Téllez-Girón frecuentó el Cercle de la Rue de Grammont, casino donde la alta nobleza europea apostaba fortunas. Le Figaro registró en 1864 las pérdidas del “grand dandy espagnol” que llegaba con joyas familiares para cubrir deudas. Rumores del entorno cercano aseguraban que el duque enviaba mensajeros a Madrid para empeñar obras de Goya a fin de seguir respaldando fichas.
El impacto en la fortuna de los Osuna fue inmediato: hipotecas sobre fincas sevillanas, créditos con el Banco de San Fernando y la primera alarma seria para los administradores. La crónica sensacionalista encontraba anclaje en datos reales; la decadencia ya no era un fantasma sino un balance en rojo.